si falta López falta justicia

si falta López falta justicia
detenido desaparecido el 18 de septiembre de 2006

Venimos trabajando desde el año 2006. Hoy somos un grupo de mujeres que encontramos en el arte un modo para reflexionar y operar sobre nuestra realidad, tomando diversas problemáticas políticas y sociales que nos convocan y nos interesan. El discurso artístico es el medio y el cuerpo la principal herramienta de ese discurso. A veces hacemos producciones coreográficas y otras, acciones más performáticas y agitativas, buscando la expresión y participación colectiva. Generalmente abordamos el espacio público como escenario o lugar de manifestación.
Armamos este blog para comunicar parte de nuestra actividad y para dar difusión a las producciones de otros artistas y grupos que trabajan desde un arte que se posiciona ideológicamente pero que también abre preguntas y posibilita diversas respuestas.
En ocasiones subimos textos nuestros o textos de otros que nos resultan interesantes, motivadores, y creemos que pueden aportar al debate y a la reflexión en torno al hacer artístico y a los contextos en que ese hacer se inscribe.
Pero como nuestro universo de acción no se limita solamente al ámbito artístico, en este espacio también informamos acerca de eventos políticos, sociales y culturales que consideramos importante divulgar y apoyar.
En este blog utilizamos fuentes de distintas procedencias, no nos sentimos atadas a una línea editorial en particular ya que como colectivo no pertenecemos a ninguna agrupación ni partido político.
Nos gustaría mucho que quienes visitan este sitio, nos dejen su opinión, comentario, crítica...

viernes, 16 de octubre de 2009

Sobre el Encuentro Nacional de Mujeres

Miedo a la libertad

Por Marta Dillon

Suele ser una tarea complicada hacer un balance de cada Encuentro Nacional de Mujeres. Su propia modalidad aparece, en primera instancia, como un camino de ripio para quien intenta “contar” o al menos “sacar conclusiones”. Talleres que respetan hasta donde pueden la conversación en círculo, que hacen circular la palabra como un valor precioso que a su vez construye poder aun cuando no haya, por principios, mujeres más poderosas o más autorizadas que otras.

El principal valor de los ENM está en su
nombre y su propuesta: Encuentro. Encuentro poniendo en juego la voz y el cuerpo, encuentro con otras con el desafío que implica escuchar y sentir la vibración del eco de otras experiencias en el propio cuerpo. Por eso es que las marchas que suelen cerrar estas jornadas intensas tienen un poder capaz de sacudir los cimientos de las ciudades por las que atraviesa. Cada vez, al menos desde los últimos diez años, cuando la participación de mujeres piqueteras, de barrios populares, campesinas, obreras, y un largo etcétera comenzaron a apropiarse de ese espacio, a asistir masivamente, a ponerle cuerpo, historia y experiencia a esas mismas consignas y debates que las mujeres feministas que alumbraron esta posibilidad hace 24 años venían sosteniendo. Así, en los debates sobre la despenalización del aborto, por ejemplo, ya no se habló más en tercera persona de las mujeres pobres, era posible decir “es por nosotras” porque ahí estaban todas, exigiendo soberanía para sus cuerpos. Esto no podía pasar desapercibido a pesar de la supina indiferencia de la mayoría de los multimedios que todavía se rasgan las vestiduras por la libertad de prensa. Nunca cubrieron uno de estos Encuentros. Ni aun cuando 20 mil mujeres marchen juntas en provincias donde la movilización más numerosa no llega a la mitad de personas.



A pesar de este silencio, la Iglesia Católica junto a otras iglesias evangélicas, tal vez menos visibles, sí tomaron nota. Y tomaron también la decisión política de quitarle aire a estas voces desatadas de mujeres. Esa misma Iglesia que tiene su público cautivo entre los pobres y las pobres, que disciplina a través de la culpa, que convierte el placer en pecado y el cuerpo en sangre, se asusta frente al poder que pueden tener tantas mujeres juntas diciendo basta: ni la Iglesia ni el Estado pueden legislar sobre nuestros cuerpos. Ahora mismo se está hablando otra vez de aborto, mujeres militantes que se organizaron –muchas– a través de estos mismos Encuentros han logrado hacer cada vez más visible el derecho humano de que las mujeres puedan decidir en libertad sobre sus cuerpos. Y entonces la Iglesia avanza. Hace su contramarcha, pone el grito en el cielo; y, lo que es peor, se vale de la policía para acallar las voces disidentes a su credo. No es nueva esta alianza, pero no deja de generar miedo.

Porque aunque esté claro que ese miedo que puede generar la libertad hace tiritar a quienes se sienten seguros en su dogma, también está claro que la Iglesia Católica tiene poder para influir en las políticas públicas. Y que el debate del aborto, aun cuando esté en boca de la mayoría, todavía no ha podido permear las anchas paredes de las cámaras legislativas, ahí donde la palabra, convertida en ley, podría cambiar radicalmente la vida de las mujeres.


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