si falta López falta justicia

si falta López falta justicia
detenido desaparecido el 18 de septiembre de 2006

Venimos trabajando desde el año 2006. Hoy somos un grupo de mujeres que encontramos en el arte un modo para reflexionar y operar sobre nuestra realidad, tomando diversas problemáticas políticas y sociales que nos convocan y nos interesan. El discurso artístico es el medio y el cuerpo la principal herramienta de ese discurso. A veces hacemos producciones coreográficas y otras, acciones más performáticas y agitativas, buscando la expresión y participación colectiva. Generalmente abordamos el espacio público como escenario o lugar de manifestación.
Armamos este blog para comunicar parte de nuestra actividad y para dar difusión a las producciones de otros artistas y grupos que trabajan desde un arte que se posiciona ideológicamente pero que también abre preguntas y posibilita diversas respuestas.
En ocasiones subimos textos nuestros o textos de otros que nos resultan interesantes, motivadores, y creemos que pueden aportar al debate y a la reflexión en torno al hacer artístico y a los contextos en que ese hacer se inscribe.
Pero como nuestro universo de acción no se limita solamente al ámbito artístico, en este espacio también informamos acerca de eventos políticos, sociales y culturales que consideramos importante divulgar y apoyar.
En este blog utilizamos fuentes de distintas procedencias, no nos sentimos atadas a una línea editorial en particular ya que como colectivo no pertenecemos a ninguna agrupación ni partido político.
Nos gustaría mucho que quienes visitan este sitio, nos dejen su opinión, comentario, crítica...

martes, 23 de febrero de 2010

Abuelas identificó al nieto 101, FRANCISCO MADARIAGA QUINTELA

Silvia Mónica Quintela dio a luz en cautiverio. Su marido, Abel Pedro Madariaga, logró sobrevivir y al volver del exilio se incorporó a Abuelas para buscar a su hijo. Lo encontró hace pocos días. Hoy se presentarán juntos ante la prensa.


La Asociación Abuelas de Plaza de Mayo dará a conocer hoy en una conferencia de prensa todos los detalles que permitieron recuperar al nieto 101, que durante más de treinta y dos años fue privado de su identidad por sus apropiadores. Francisco Madariaga Quintela es hijo de Silvia Mónica Quintela, secuestrada y asesinada en el centro clandestino de detención Campo de Mayo. Su padre, Abel Pedro Madariaga, logró sobrevivir, y tras volver del exilio, se unió a la Asociación Abuelas para iniciar personalmente la búsqueda de su hijo, en lo que constituye un caso inédito en este tipo de investigaciones. En tanto, su apropiador, el capitán retirado y ex carapintada Víctor Alejandro Gallo, fue detenido el viernes pasado.

Silvia Quintela fue secuestrada por la dictadura militar en la mañana del 17 de enero de 1977 en la localidad bonaerense de Florida, cuando estaba embarazada de cuatro meses. A las 9.30, y mientras caminaba por la calle Hipólito Yrigoyen rumbo a la estación de tren para encontrarse con una amiga, fue rodeada por tres vehículos pertenecientes a un grupo de tareas. Personal de civil que pertenecía al Primer Cuerpo del Ejército la introdujo en uno de los Ford Falcon y se la llevó con rumbo desconocido. Silvia, de profesión médica, tenía en ese momento 28 años y dedicaba parte de su tiempo a la militancia en la Juventud Peronista y a la atención de personas carenciadas en una clínica de la localidad bonaerense de Beccar. Su compañero, Abel Madariaga, secretario de prensa y difusión de la organización Montoneros, fue testigo pero logró escapar. Esa misma tarde, otro grupo de tareas realizó un allanamiento en la casa de la madre de Silvia y allí le comunicaron que había sido detenida.

Exiliado primero en Suecia, en 1980, y luego en México, Madariaga regresó temporalmente a la Argentina en 1983, donde se entrevistó con varios sobrevivientes del centro clandestino de detención Campo de Mayo. A su regreso de manera permanente, se unió a Abuelas de Plaza de Mayo, ocupando el cargo de secretario, para encabezar en persona la búsqueda que le permitiese dar con el paradero de su compañera. Esos testimonios pudieron aportar datos fehacientes de su destino de cautiverio y del nacimiento de su hijo, que luego fuera apropiado.

Beatriz Castiglione, sobreviviente de El Campito y compañera de detención de Silvia junto a otras embarazadas, ratificó haberla visto cautiva en Campo de Mayo y recordó que su seudónimo en el centro clandestino era “María”. Para ese entonces ya cursaba su séptimo mes de gestación.

Otro de los testimonios clave fue el de Juan Carlos Scarpati, con quien Quintela estuvo detenida. En su declaración, Scarpati afirmó que fue atendido por la médica en una lugar llamado Las Casitas –dentro del CCD Campo de Mayo–, en virtud de las heridas que le habían provocado al capturarlo. El mismo testigo aseguró que Quintela dio a luz fuera de la sala de partos de El Campito cuando los alumbramientos comenzaron a realizarse por cesárea programada en el Hospital Militar de Campo de Mayo. “Pude estar unas horas con él”, comentó al reincorporarse al día siguiente ya sin su bebé y con la promesa de sus captores de entregarlo a su familia.

El capitán retirado del Ejército y ex carapintada Víctor Alejandro Gallo fue detenido el viernes pasado, mientras se daba a conocer a las partes el resultado de los estudios que probaban su vínculo. Gallo se encuentra ahora imputado por el delito de apropiación ilegal de un menor de edad, pero también había sido condenado en 1997 a diez años de prisión, por la Cámara Penal de San Martín. En ese caso, se lo encontró culpable de los delitos de robo calificado, tenencia de arma de guerra, privación ilegal de la libertad y coacción, junto a otras dos personas que la Justicia condenó por la llamada Masacre de Benavídez, ocurrida el 6 de septiembre de 1994.

La conferencia de prensa en la que padre e hijo se mostrarán juntos por primera vez se llevará a cabo hoy a las 12. De esta manera, Abuelas revelará de qué modo se logró recuperar la identidad del nieto número 101 y la red de complicidades que permitieron su apropiación.

Fuente: http://www.pagina12.com.ar/diario/elpais/1-140816-2010-02-23.html

sábado, 20 de febrero de 2010

Jornada por Sandra - A 3 años... el machismo mata!

Por la lluvia imparable, las actividades que estaban organizadas se pasan para el próximo viernes!



¿Sabes quién es Sandra Ayala Gamboa?

Sandra Ayala Gamboa llega desde Perú a La Plata el 28 de Octubre de 2006. El viernes 16 de Febrero de 2007, cerca de las 15hs, llega al edificio en reparación del ex Archivo del Ministerio de Economía (hoy ARBA) acompañada por Walter Silva de la Cruz, por una supuesta entrevista de trabajo. Sandra no regresa a la pensión donde vivía, y su novio acude a la Comisaría 1era para denunciar su desaparición, pero no le toman la denuncia. El 22 de Febrero de 2007, 6 días después, encuentran en éste edificio, el cuerpo de Sandra violado y asesinado.

Hasta el momento, no ha habido avances en la causa judicial, sino todo lo contrario: todo pedido de justicia por parte de la familia de Sandra ha sido invisibilizado, rechazado o cajoneado. La causa, a cargo del fiscal Tomás Morán, de la UFI nº 2, se desenvolvió con enormes irregularidades, y está siendo continuamente obstaculizada.

¿Qué es la violencia de género? ¿Qué es un femicidio?

La violencia de género agrupa todas aquellas formas de violencia (física, psicológica, emocional, social. económica, simbólica) a las que se encuentran expuestas diariamente en esta sociedad patriarcal.

El femicidio es la muerte violenta de una mujer, por el hecho mismo de ser mujer. Es una de las expresiones más brutales del continuo cotidiano de violencia, opresión y silenciamiento que sufren las mujeres. Es promovido por la impunidad, la omisión, y la negligencia criminal del Estado. Este término surge como noción para politizar el asesinato de mujeres en el marco de una sociedad patriarcal, sexista y desigual, diferenciandosé del universal neutro del término "homicidio", para comenzar a darle nombre y denunciar un mismo escenario que nos hermana y nos vulnera a todas. Reconocer que el femicidio e incorporarlo al vocabulario de todos los días es el primer paso para trasnformar esta situación.

Justicia por Sandra Ayala Gamboa!!! Ningún femicidio más!!!

El asesinato y violación de Sandra Ayala Gamboa no es un hecho aislado, sino que se vincula con toda una serie de innumerables manifestaciones de violencia machista que sufren las mujeres, particularmente en este caso, las mujeres migrantes. El silencio insitucional y la falta de información públcia contribuyen a naturalizar el femicidio y la violencia de género como un estado de situación cotidiana para las mujeres.

Por ese motivo, exigimos:

JUSTICIA PARA SANDRA AYALA GAMBOA!
BASTA DE IMPUNIDAD Y ENCUBRIMIENTO DEL GOBIERNO NACIONAL Y PROVINCIAL, Y DE LA JUSTICIA!
NO AL PACTO DE SILENCIO!
BASTA DE FEMICIDIOS, BASTA DE VIOLENCIA HACIA LAS MUJERES, EL MACHISMO MATA!

ASAMBLEA JUSTICIA POR SANDRA

justiciaporsandra@gmail.com

Cronograma de actividades:

10hs Conferencia de Prensa, a cargo de Nelly, la madre de Sandra, en la Comisión por la memoria. Calle 54 entre 4 y 5.

Desde las 10hs, corte y concentración, con radio abierta e intervenciones, en la puerta de ARBA - calle 7 entre 45 y 46.

Antes de la marcha, el Colectivo interviene! Venite vestid@ de negro o gris, y si tenes algo rojo (y recomendamos ojotas tambien).

17hs Marcha a los 3 años del femicidio de Sandra Ayala Gamboa. Todxs somos Sandra!!!

19hs Proyecciones frente a ARBA.

20hs Recital de VaTaNgUeAnDo y LeS MinÓn.

jueves, 18 de febrero de 2010

megaminas asesinas



El lunes 15 de febrero en Andalgalá (Catamarca) fuerzas especiales reprimieron a los asambleistas contrarios a la instalación de la mina a cielo abierto Agua Rica. Tiraron gases, balas de goma, arrastraron a la gente de los pelos y a patadas los metieron en la comisaría. En Chaquiago, lugar del enfrentamiento frente a la escuela y en la propia asamblea El Algarrobo, la gente fue apaleada y encarcelada. El enfretamiento entre el pueblo de Andalgalá y la policía fue total. La gente intentaba juntarse en la plaza pero era impedida de ir hacia el lugar del enfrentamiento en pleno corte de ruta...


jueves, 11 de febrero de 2010

Violencia machista

Doscientas treinta y una mujeres, varias de ellas niñas y adolescentes, fueron asesinadas a lo largo de 2009 por su esposo, novio o ex pareja, algún miembro de su círculo familiar cercano o un extraño en el marco de un ataque sexual. Una cada día y medio. Los datos surgen del relevamiento que realiza la Asociación Civil “La Casa del Encuentro” en base a los hechos publicados en la prensa. Muchas más mujeres, claro, sufrieron lesiones y quedaron con secuelas o siguen soportando el maltrato machista en el anonimato de sus hogares. A pesar de la magnitud del fenómeno, muy pocas veces la violencia de género y los femicidios llegan a la tapa de los diarios. Salvo que tengan el condimento de clase (Nora Dalmasso), de morbo o de fama –y otras curiosidades– como en el caso de la compañera del baterista de Callejeros, Wanda Tadei. Varios medios todavía confinan los crímenes sexistas a las páginas policiales –como hechos aislados– y los siguen tildando de homicidios “pasionales”, como si el amor pudiera ser el motor de la bestialidad. En esa operación encubren el patrón común que los atraviesa: la violencia contra las mujeres es una de las caras más dolorosas de la discriminación y tal vez la violación más frecuente, silenciada e impune de los derechos humanos. No sólo en la Argentina. Pero esta inseguridad, que ocurre puertas adentro, que se sustenta en la desigualdad histórica de poder entre varones y mujeres, conmueve poco en las esferas de decisión.

Hay que destacar que en 2009 el país dio un paso significativo para combatirla. El Congreso aprobó la Ley 26.485 de “Protección Integral para Prevenir, Sancionar y Erradicar la Violencia contra las Mujeres en los ámbitos en que desarrollen sus relaciones interpersonales”. La norma consagra el derecho de las mujeres “a vivir una vida libre de violencia y sin discriminación en todos los órdenes de la vida” y establece un abanico de medidas importantes. Pero a casi un año de su sanción, todavía no fue reglamentada.

El país requiere una política de Estado contra la violencia machista. Asumió compromisos internacionales en ese sentido. Es una deuda con las mujeres, con la sociedad. Se han hecho avances, aunque por el momento sólo hay políticas sectoriales. Entre ellas se destaca el programa “Las víctimas contra las violencias”, en el ámbito del Ministerio de Justicia, Seguridad y Derechos Humanos, con brigadas móviles de intervención en urgencias en el territorio de la ciudad de Buenos Aires.
Hay otras iniciativas. El Ministerio de Trabajo creó la Oficina de Violencia Laboral; y el de Desarrollo Social, el Programa Juana Azurduy de Fortalecimiento de Derechos y Participación de las Mujeres. La Corte Suprema de Justicia de la Nación, por su parte, abrió en septiembre de 2008 una Oficina de Violencia Doméstica (OVD) para recibir denuncias y brindar asesoramiento: pero también es para el ámbito porteño. Son respuestas insuficientes para un fenómeno tan extendido.
Algunas estadísticas pueden ayudar a dimensionar el problema. La OVD, en su primer año de funcionamiento, recibió 6746 denuncias y detectó 8354 personas que sufrieron maltratos familiares: ocho de cada diez afectadas son mujeres; entre los varones, 6 de cada 10 son niños y adolescentes. Casi 9 de cada diez denunciados son hombres. La mitad de los agresores son parejas de la víctima y casi un tercio, ex parejas.
En las comisarías de la Mujer y la Familia de la provincia de Buenos Aires se recibieron 50.549 denuncias entre enero y septiembre de 2009, en el 80 por ciento de los casos fueron presentadas por mujeres, según información de la Dirección General de Coordinación de Políticas de Género, del Ministerio de Seguridad. La amplia mayoría de los denunciados, varones. Los números asustan. Como asustan la violencia psicológica, los maltratos y las golpizas. Sin embargo, en el principal distrito del país, las políticas oficiales hacen agua. Una red de casi veinte ONG que trabajan en la temática en territorio bonaerense (entre ellas, ADEM-Mujereando, Casa de la Mujer Azucena Villaflor, Mujeres al Oeste y Fundación Propuesta) denunciaron a Página/12 la falta de pago de parte del Ministerio de Desarrollo Social de fondos que se comprometió a entregarles por convenio para tareas de prevención y atención a víctimas de violencia machista. Las deudas se acumulan desde 2008. Las ONG trabajan a pulmón, cubriendo los baches del Estado. Y el Estado se desentiende del problema y las deja en banda. Hace dos años se implementó el Programa de Atención a Mujeres Víctimas de Violencia en la Secretaría de Derechos Humanos provincial y aún hoy –denuncian las ONG– funciona sin estructura; además, apuntan, “resulta alarmante la falta de personal en todas las comisarías de la Mujer y la Familia, para atender la enorme cantidad de denuncias que se presentan diariamente”. En 2009, los femicidios fueron 66 en el territorio bonaerense.
De las 231 mujeres víctimas de femicidios registradas el último año en el país, seis murieron incineradas. El fuego, al parecer, no es el aliado más común entre los femicidas: la mayoría prefirió asesinar –a la mujer que se suponía amaban– a puñaladas, balazos o golpes.
Se acerca el 8 de marzo, Día Internacional de la Mujer, fecha en que muchos funcionarios y funcionarias encabezarán actos y harán anuncios rimbombantes, seguramente vinculados con la problemática de la violencia de género. Sería bueno que no se queden sólo en palabras.

Los pecados de Haití / Eduardo Galeano

La democracia haitiana nació hace un ratito. En su breve tiempo de vida, esta criatura hambrienta y enferma no ha recibido más que bofetadas. Estaba recién nacida, en los días de fiesta de 1991, cuando fue asesinada por el cuartelazo del general Raoul Cedras. Tres años más tarde, resucitó. Después de haber puesto y sacado a tantos dictadores militares, Estados Unidos sacó y puso al presidente Jean-Bertrand Aristide, que había sido el primer gobernante electo por voto popular en toda la historia de Haití y que había tenido la loca ocurrencia de querer un país menos injusto.




El voto y el veto

Para borrar las huellas de la participación estadounidense en la dictadura carnicera del general Cedras, los infantes de marina se llevaron 160 mil páginas de los archivos secretos. Aristide regresó encadenado. Le dieron permiso para recuperar el gobierno, pero le prohibieron el poder. Su sucesor, René Préval, obtuvo casi el 90 por ciento de los votos, pero más poder que Préval tiene cualquier mandón de cuarta categoría del Fondo Monetario o del Banco Mundial, aunque el pueblo haitiano no lo haya elegido ni con un voto siquiera.

Más que el voto, puede el veto. Veto a las reformas: cada vez que Préval, o alguno de sus ministros, pide créditos internacionales para dar pan a los hambrientos, letras a los analfabetos o tierra a los campesinos, no recibe respuesta, o le contestan ordenándole: Recite la lección. Y como el gobierno haitiano no termina de aprender que hay que desmantelar los pocos servicios públicos que quedan, últimos pobres amparos para uno de los pueblos más desamparados del mundo, los profesores dan por perdido el examen.

La coartada demográfica

A fines del año pasado cuatro diputados alemanes visitaron Haití. No bien llegaron, la miseria del pueblo les golpeó los ojos. Entonces el embajador de Alemania les explicó, en Port-au-Prince, cuál es el problema: Este es un país superpoblado -dijo-. La mujer haitiana siempre quiere, y el hombre haitiano siempre puede.

Y se rió. Los diputados callaron. Esa noche, uno de ellos, Wilfried Wolf, consultó las cifras. Y comprobó que Haití es, con El Salvador, el país más superpoblado de las Américas, pero está tan superpoblado como Alemania: tiene casi la misma cantidad de habitantes por quilómetro cuadrado.

En sus días en Haití, el diputado Wolf no sólo fue golpeado por la miseria: también fue deslumbrado por la capacidad de belleza de los pintores populares. Y llegó a la conclusión de que Haití está superpoblado…. de artistas.

En realidad, la coartada demográfica es más o menos reciente. Hasta hace algunos años, las potencias occidentales hablaban más claro.
La tradición racista

Estados Unidos invadió Haití en 1915 y gobernó el país hasta 1934.. Se retiró cuando logró sus dos objetivos: cobrar las deudas del City Bank y derogar el artículo constitucional que prohibía vender plantaciones a los extranjeros. Entonces Robert Lansing, secretario de Estado, justificó la larga y feroz ocupación militar explicando que la raza negra es incapaz de gobernarse a sí misma, que tiene “una tendencia inherente a la vida salvaje y una incapacidad física de civilización”. Uno de los responsables de la invasión, William Philips, había incubado tiempo antes la sagaz idea: “Este es un pueblo inferior, incapaz de conservar la civilización que habían dejado los fr anceses”.

Haití había sido la perla de la corona, la colonia más rica de Francia: una gran plantación de azúcar, con mano de obra esclava. En El espíritu de las leyes, Montesquieu lo había explicado sin pelos en la lengua: “El azúcar sería demasiado caro si no trabajaran los esclavos en su producción. Dichos esclavos son negros desde los pies hasta la cabeza y tienen la nariz tan aplastada que es casi imposible tenerles lástima. Resulta impensable que Dios, que es un ser muy sabio, haya puesto un alma, y sobre todo un alma buena, en un cuerpo enteramente negro”.

En cambio, Dios había puesto un látigo en la mano del mayoral. Los esclavos no se distinguían por su voluntad de trabajo. Los negros eran esclavos por naturaleza y vagos también por naturaleza, y la naturaleza, cómplice del orden social, era obra de Dios: el esclavo debía servir al amo y el amo debía castigar al esclavo, que no mostraba el menor entusiasmo a la hora de cumplir con el designio divino. Karl Von Linneo, contemporáneo de Montesquieu, había retratado al negro con precisión científica: “Vagabundo, perezoso, negligente, indolente y de costumbres disolutas”. Más generosamente, otro contemporáneo, David Hume, había comprobado que el negro “puede d esarrollar ciertas habilidades humanas, como el loro que habla algunas palabras”.

La humillación imperdonable

En 1803 los negros de Haití propinaron tremenda paliza a las tropas de Napoleón Bonaparte, y Europa no perdonó jamás esta humillación infligida a la raza blanca. Haití fue el primer país libre de las Américas. Estados Unidos había conquistado antes su independencia, pero tenía medio millón de esclavos trabajando en las plantaciones de algodón y de tabaco. Jefferson, que era dueño de esclavos, decía que todos los hombres son iguales, pero también decía que los negros han sido, son y serán inferiores.

La bandera de los libres se alzó sobre las ruinas. La tierra haitiana había sido devastada por el monocultivo del azúcar y arrasada por las calamidades de la guerra contra Francia, y una tercera parte de la población había caído en el combate. Entonces empezó el bloqueo. La nación recién nacida fue condenada a la soledad. Nadie le compraba, nadie le vendía, nadie la reconocía.

El delito de la dignidad

Ni siquiera Simón Bolívar, que tan valiente supo ser, tuvo el coraje de firmar el reconocimiento diplomático del país negro. Bolívar había podido reiniciar su lucha por la independencia americana, cuando ya España lo había derrotado, gracias al apoyo de Haití. El gobierno haitiano le había entregado siete naves y muchas armas y soldados, con la única condición de que Bolívar liberara a los esclavos, una idea que al Libertador no se le había ocurrido. Bolívar cumplió con este compromiso, pero después de su victoria, cuando ya gobernaba la Gran Colombia, dio la espalda al país que lo había salvado. Y cuando convocó a las naciones americanas a la reunión de Panamá, no in vitó a Haití pero invitó a Inglaterra.

Estados Unidos reconoció a Haití recién sesenta años después del fin de la guerra de independencia, mientras Etienne Serres, un genio francés de la anatomía, descubría en París que los negros son primitivos porque tienen poca distancia entre el ombligo y el pene. Para entonces, Haití ya estaba en manos de carniceras dictaduras militares, que destinaban los famélicos recursos del país al pago de la deuda francesa: Europa había impuesto a Haití la obligación de pagar a Francia una indemnización gigantesca, a modo de perdón por haber cometido el delito de la dignidad.

La historia del acoso contra Haití, que en nuestros días tiene dimensiones de tragedia, es también una historia del racismo en la civilización occidental.

Fuente: Brecha 556, Montevideo, 26 de julio de 1996

viernes, 5 de febrero de 2010

Haití: La maldición blanca / Eduardo Galeano


El primer día de este año 2004, la libertad cumplió dos siglos de vida en el mundo. Nadie se enteró, o casi nadie. Pocos días después, el país del cumpleaños, Haití, pasó a ocupar algún espacio en los medios de comunicación; pero no por el aniversario de la libertad universal, sino porque se desató allí un baño de sangre que acabó volteando al presidente Aristide.

Haití fue el primer país donde se abolió la esclavitud. Sin embargo, las enciclopedias más difundidas y casi todos los textos de educación atribuyen a Inglaterra ese histórico honor. Es verdad que un buen día cambió de opinión el imperio que había sido campeón mundial del tráfico negrero; pero la abolición británica ocurrió en 1807, tres años después de la revolución haitiana, y resultó tan poco convincente que en 1832 Inglaterra tuvo que volver a prohibir la esclavitud. Nada tiene de nuevo el ninguneo de Haití. Desde hace dos siglos, sufre desprecio y castigo. Thomas Jefferson, prócer de la libertad y propietario de esclavos, advertía que de Haití provenía el mal ejemplo; y decía que había que “confinar la peste en esa isla”. Su país lo escuchó. Los Estados Unidos demoraron sesenta años en otorgar reconocimiento diplomático a la más libre de las naciones. Mientras tanto, en Brasil, se llamaba haitianismo al desorden y a la violencia. Los dueños de los brazos negros se salvaron del haitianismo hasta 1888. Ese año, el Brasil abolió la esclavitud. Fue el último país en el mundo. Haití ha vuelto a ser un país invisible, hasta la próxima carnicería. Mientras estuvo en las pantallas y en las páginas, a principios de este año, los medios trasmitieron confusión y violencia y confirmaron que los haitianos han nacido para hacer bien el mal y para hacer mal el bien.

Desde la revolución para acá, Haití sólo ha sido capaz de ofrecer tragedias. Era una colonia próspera y feliz y ahora es la nación más pobre del hemisferio occidental. Las revoluciones, concluyeron algunos especialistas, conducen al abismo. Y algunos dijeron, y otros sugirieron, que la tendencia haitiana al fratricidio proviene de la salvaje herencia que viene del África. El mandato de los ancestros. La maldición negra, que empuja al crimen y al caos. De la maldición blanca, no se habló. La Revolución Francesa había eliminado la esclavitud, pero Napoleón la había resucitado: - ¿Cuál ha sido el régimen más próspero para las colonias? – El anterior. – Pues, que se restablezca. Y, para reimplantar la esclavitud en Haití, envió más de cincuenta naves llenas de soldados.

Los negros alzados vencieron a Francia y conquistaron la independencia nacional y la liberación de los esclavos. En 1804, heredaron una tierra arrasada por las devastadoras plantaciones de caña de azúcar y un país quemado por la guerra feroz. Y heredaron “la deuda francesa”. Francia cobró cara la humillación infligida a Napoleón Bonaparte. A poco de nacer, Haití tuvo que comprometerse a pagar una indemnización gigantesca, por el daño que había hecho liberándose. Esa expiación del pecado de la libertad le costó 150 millones de francos oro. El nuevo país nació estrangulado por esa soga atada al pescuezo: una fortuna que actualmente equivaldría a 21,700 millones de dólares o a 44 presupuestos totales del Haití de nuestros días. Mucho más de un siglo llevó el pago de la deuda, que los intereses de usura iban multiplicando. En 1938 se cumplió, por fin, la redención final. Para entonces, ya Haití pertenecía a los bancos de los Estados Unidos. A cambio de ese dineral, Francia reconoció oficialmente a la nueva nación. Ningún otro país la reconoció. Haití había nacido condenada a la soledad. Tampoco Simón Bolívar la reconoció, aunque le debía todo. Barcos, armas y soldados le había dado Haití en 1816, cuando Bolívar llegó a la isla, derrotado, y pidió amparo y ayuda. Todo le dio Haití, con la sola condición de que liberara a los esclavos, una idea que hasta entonces no se le había ocurrido. Después, el prócer triunfó en su guerra de independencia y expresó su gratitud enviando a Port-au-Prince una espada de regalo. De reconocimiento, ni hablar.

En realidad, las colonias españolas que habían pasado a ser países independientes seguían teniendo esclavos, aunque algunas tuvieran, además, leyes que lo prohibían. Bolívar dictó la suya en 1821, pero la realidad no se dio por enterada. Treinta años después, en 1851, Colombia abolió la esclavitud; y Venezuela en 1854. En 1915, los marines desembarcaron en Haití. Se quedaron diecinueve años. Lo primero que hicieron fue ocupar la aduana y la oficina de recaudación de impuestos. El ejército de ocupación retuvo el salario del presidente haitiano hasta que se resignó a firmar la liquidación del Banco de la Nación, que se convirtió en sucursal del Citibank de Nueva York. El presidente y todos los demás negros tenían la entrada prohibida en los hoteles, restoranes y clubes exclusivos del poder extranjero. Los ocupantes no se atrevieron a restablecer la esclavitud, pero impusieron el trabajo forzado para las obras públicas. Y mataron mucho. No fue fácil apagar los fuegos de la resistencia. El jefe guerrillero, Charlemagne Péralte, clavado en cruz contra una puerta, fue exhibido, para escarmiento, en la plaza pública.

La misión civilizadora concluyó en 1934. Los ocupantes se retiraron dejando en su lugar una Guardia Nacional, fabricada por ellos, para exterminar cualquier posible asomo de democracia. Lo mismo hicieron en Nicaragua y en la República Dominicana. Algún tiempo después, Duvalier fue el equivalente haitiano de Somoza y de Trujillo. Y así, de dictadura en dictadura, de promesa en traición, se fueron sumando las desventuras y los años.

Aristide, el cura rebelde, llegó a la presidencia en 1991. Duró pocos meses. El gobierno de los Estados Unidos ayudó a derribarlo, se lo llevó, lo sometió a tratamiento y una vez reciclado lo devolvió, en brazos de los marines, a la presidencia. Y otra vez ayudó a derribarlo, en este año 2004, y otra vez hubo matanza.

Y otra vez volvieron los marines, que siempre regresan, como la gripe.
Pero los expertos internacionales son mucho más devastadores que las tropas invasoras. País sumiso a las órdenes del Banco Mundial y del Fondo Monetario, Haití había obedecido sus instrucciones sin chistar. Le pagaron negándole el pan y la sal. Le congelaron los créditos, a pesar de que había desmantelado el Estado y había liquidado todos los aranceles y subsidios que protegían la producción nacional. Los campesinos cultivadores de arroz, que eran la mayoría, se convirtieron en mendigos o balseros. Muchos han ido y siguen yendo a parar a las profundidades del mar Caribe, pero esos náufragos no son cubanos y raras veces aparecen en los diarios.

Ahora Haití importa todo su arroz desde los Estados Unidos, donde los expertos internacionales, que son gente bastante distraída, se han olvidado de prohibir los aranceles y subsidios que protegen la producción nacional. En la frontera donde termina la República Dominicana y empieza Haití, hay un gran cartel que advierte: El mal paso. Al otro lado, está el infierno negro. Sangre y hambre, miseria, pestes.

En ese infierno tan temido, todos son escultores. Los haitianos tienen la costumbre de recoger latas y fierros viejos y con antigua maestría, recortando y martillando, sus manos crean maravillas que se ofrecen en los mercados populares. Haití es un país arrojado al basural, por eterno castigo de su dignidad. Allí yace, como si fuera chatarra. Espera las manos de su gente.