si falta López falta justicia

si falta López falta justicia
detenido desaparecido el 18 de septiembre de 2006

Venimos trabajando desde el año 2006. Hoy somos un grupo de mujeres que encontramos en el arte un modo para reflexionar y operar sobre nuestra realidad, tomando diversas problemáticas políticas y sociales que nos convocan y nos interesan. El discurso artístico es el medio y el cuerpo la principal herramienta de ese discurso. A veces hacemos producciones coreográficas y otras, acciones más performáticas y agitativas, buscando la expresión y participación colectiva. Generalmente abordamos el espacio público como escenario o lugar de manifestación.
Armamos este blog para comunicar parte de nuestra actividad y para dar difusión a las producciones de otros artistas y grupos que trabajan desde un arte que se posiciona ideológicamente pero que también abre preguntas y posibilita diversas respuestas.
En ocasiones subimos textos nuestros o textos de otros que nos resultan interesantes, motivadores, y creemos que pueden aportar al debate y a la reflexión en torno al hacer artístico y a los contextos en que ese hacer se inscribe.
Pero como nuestro universo de acción no se limita solamente al ámbito artístico, en este espacio también informamos acerca de eventos políticos, sociales y culturales que consideramos importante divulgar y apoyar.
En este blog utilizamos fuentes de distintas procedencias, no nos sentimos atadas a una línea editorial en particular ya que como colectivo no pertenecemos a ninguna agrupación ni partido político.
Nos gustaría mucho que quienes visitan este sitio, nos dejen su opinión, comentario, crítica...

jueves, 21 de enero de 2010

Viejos rencores / Juan Gelman


No hay palabras para abarcar la espantosa tragedia que vive el pueblo haitiano. Algunos predicadores evangelistas estadounidenses creen que sí. El muy radiotelevisivo Pat Robertson es uno de ellos. Atribuyó la catástrofe “a algo que sucedió en Haití hace mucho tiempo, de lo que la gente tal vez no quiere hablar”: “un pacto con el diablo” (//edition.com.cnn, 13-1-10). Impertérrito, Paterson recordó que bajo la férula francesa “ya saben, Napoleón III y demás, los haitianos se reunieron y cerraron un pacto con el Diablo. Dijeron: ‘Te serviremos si nos liberas de los franceses’. Pasó de verdad. Y el Diablo dijo ‘OK, trato hecho’”. No es fácil pensar al Diablo diciendo OK y el predicador se equivocó de Napoleón. En fin, lo imaginativo no quita lo ignorante.

El pastor baptista de la parroquia Buena Park, Wiley Drake, que el año pasado aconsejó rezar por la muerte de Barack Obama, acompañó los dichos de Paterson aunque con más cautela. No sabía si Dios trajo ese terremoto o no, pero aseveró que “las desgracias del país, su extrema pobreza, la turbulencia política constante y la frecuencia de los desastres naturales podrían ser la consecuencia del pacto con Satán” (//totalbuz zofreedomblogging.com, 18-1-10). Hubo pacto, entonces. Los esclavos de Haití comenzaron su rebelión contra el dominio francés en 1791 alentados por el grito de “Libertad, Igualdad, Fraternidad” y por los vientos que llegaban del Norte con la revolución de las colonias británicas. De estas paradojas se alimenta la Historia.

Napoleón, el primero, el único, intentó aplastar un alzamiento provocado por la explotación extrema de miles de aborígenes africanos que, sometidos a un régimen brutal y obligados a servir tres años en una milicia dedicada a ejecutar a los prófugos, producían hacia el 1700 casi la mitad del café y del azúcar que consumía Occidente. Eran mano de obra esclava hasta el fin de sus días. Desde 1787 llegaban cada año más de 40.000 oriundos del Africa subsahariana y maduró la rebelión a un costo humano no calculado todavía.

El emperador fue derrotado dos veces por las tropas rebeldes comandadas por el general autodidacto Toussaint Louverture y la rebelión culminó en 1804 con la Declaración de la Independencia de Haití, la segunda en el continente americano y la primera en la Historia de esclavos que abolieron la esclavitud. Las afirmaciones de Paterson y Drake parecen un remedo tragicómico de las relaciones entre Napoleón y Thomas Jefferson, el tercer presidente de EE.UU.

La rebelión negra en Haití despertó las simpatías del American Federalist Party y de uno de sus principales arquitectos, Alexander Hamilton. Pero no todos los Padres Fundadores acompañaban ese sentimiento: Thomas Jefferson era dueño de tierras cultivadas por 180 esclavos, de las que nació su poder económico y político, y temía que cundiera el ejemplo haitiano. Apenas asumió la presidencia en 1801 fue secretamente sondeado por emisarios de Napoleón, quienes le pidieron que avituallara a las tropas francesas que navegaban hacia Santo Domingo para aplastar la rebelión negra.

Jefferson tenía el mismo deseo y abasteció a la flota del emperador y a sus hombres, aunque se mantuvo neutral porque tuvo indicios de que el plan de Napoleón no terminaba allí: pretendía establecer una prolongación del imperio francés en territorio estadounidense con centro en Nueva Orleans y colonizar la vasta región al oeste del Mississippi en su poder. Los reveses napoleónicos terminaron con el proyecto: Francia se retiró de Haití y vendió a EE.UU. Nueva Orleans y la Luisiana. Jefferson nunca reconoció un hecho que el catedrático John Chester Miller, de la Universidad de Stanford, subraya: “Con su larga y dura lucha, los negros de Santo Domingo coadyuvaron a que EE.UU. pudiera duplicar con creces su superficie” (The Wolf by the Ears: Thomas Jefferson and Slavery, University of Virginia Press, 1991).

El presidente Obama, al anunciar el envío de asistencia realmente masiva a Haití, incluidos 100 millones de dólares y 10.000 efectivos para garantizar la seguridad, señaló “una larga historia vincula a nuestros dos países”. No precisó en qué consistía: más que estar con Haití, EE.UU. estuvo en Haití, la ocupó militarmente de 1915 a 1934 agravando su miseria. También se ocupó de Haití. En el 2004, el presidente haitiano Jean-Baptiste Aristide fue derrocado por paramilitares que ingresaron a Haití desde Santo Domingo. Una docena de sus jefes habían sido entrenados durante años por las Fuerzas Especiales estadounidenses basadas en Ecuador (www.nydailynews, 24-2-04). Y luego: un alto funcionario de la embajada de EE.UU. visitó a Aristide para asegurarle que lo iban a matar, que era mejor que se fuera “para evitar un derramamiento de sangre”, al mismo tiempo que la Casa Blanca emitía una declaración culpándolo de contribuir “a la honda polarización y a la violencia imperantes” porque “no había observado los principios democráticos” (www.america.gov, 28-2-09). Al día siguiente, el mandatario depuesto abandonaba Port-au-Prince escoltado por militares norteamericanos. Parece que Aristide, ex sacerdote católico, no había pactado con el Diablo.

sábado, 16 de enero de 2010

TODOS SOMOS NEGROS




Todos los ciudadanos, de aquí en adelante, serán conocidos por la denominación genérica de negros. (Artículo 14, Constitución Haitiana de 1805).
En medio de los festejos previstos en torno al Bicentenario de las revoluciones independistas americanas de 1810, es llamativa la omisión de la revolución haitiana de 1804, la primera, la más radical y la más inesperada de todas ellas. Allí fueron los ex esclavos de origen africano -es decir la clase dominada por excelencia, y no las nuevas elites “burguesas” de composición europea blanca- los que tomaron el poder para fundar una república llamada, justamente, negra. Negra y a la vez con nombre indígena, ya que Hayti es el viejo nombre taíno de la isla.
Haití, hasta entonces llamada Saint Domingue, era por lejos la más rica colonia francesa en el Caribe. Una sociedad plantadora y esclavista productora de azúcar y café, con medio millón de esclavos, que proporcionaba más de la tercera parte de los ingresos franceses.
La Constitución de Haití fue promulgada sobre los borradores redactados en 1801 por el liberto
Toussaint Louverture, muerto en la cárcel napoleónica, quien había encabezado la revuelta antiesclavista desde 1791. A diferencia de lo que sucederá con otras independencias americanas, hay en este silenciado caso, que costó 200.000 vidas, una radical discontinuidad (jurídica, sin duda, pero también y sobre todo, étnico-cultural) respecto de la situación colonial.
El ideario de igualdad de la Revolución Francesa es llevado más allá de ella misma, que terminó pretendiendo impedir la abolición de la esclavitud en Haití. Los esclavos haitianos se enteraron muy pronto de que en la noción de “universalidad” proclamada por los Derechos Universales del Hombre y del Ciudadano, no tenía lugar su “particularidad”.
La radicalidad filosófica inédita de la generalización arbitraria “ahora todos somos negros”, incluyendo explícitamente a las mujeres blancas, los polacos y los alemanes (sic), deja claro que para los revolucionarios haitianos negro es una denominación política y no biológica, que des-construye la falacia racista y aspira a un nuevo universal desde la generalización del particular (más) excluido.
[1]
Convocamos a retomar la proclama haitiana e instalarla en la calle y en los debates públicos, no sólo para llamar la atención sobre la historia silenciada de esta revolución negra de 1804 ante los homenajes del Bicentenario criollo, sino además por la carga disruptiva que aún porta intacta la idea de que todos y todas podamos definirnos como negros, en medio de la creciente intolerancia en que vivimos. Carteles, afiches, autoadhesivos, volantes, graffiti, avisos en publicaciones y cualquier otro medio puede redundar en extender esta campaña anónima y colectiva por toda América Latina y el resto del mundo.
[1] En base al texto de Eduardo Grüner, “A partir de hoy somos todos negros”, inédito, 2009.Fuente: Franco Ingrassia – Seminario Teoría del Sujeto en Alain Badiou.
El Colectivo Siempre apoya esta convocatoria

viernes, 15 de enero de 2010

¡Haití!

Ni lágrimas de cocodrilo ni silencio: Solidaridad con el pueblo haitiano

La tragedia una vez más golpea las puertas de Haití. Esta vez, en la forma de un terrible terremoto grado 7 que ha devastado al país y lo ha convertido en ruinas. Aún no se tienen datos exactos del número de víctimas, pero la Cruz Roja habla de 3 millones de damnificados y el número de muertos podría incluso alcanzar a los 100.000 –una cifra horrenda si consideramos que este país cuenta con tan sólo 8 millones de habitantes. Las imágenes que nos llegan de sobrevivientes aplastados bajo ruinas clamando ayuda, de niños heridos, de familiares desgarrándose en llanto por sus seres queridos muertos retratan el horror de esta tragedia mejor que mil palabras.
En este momento tan duro, nos posicionamos como siempre junto al pueblo haitiano. Toda nuestra solidaridad con ellos, hacemos nuestro su dolor y desde este medio hacemos convocamos a nuestros lectores y a todas las personas concientes a que acudan al llamado de ayuda lanzado por diversas organizaciones humanitarias que están tratando de entregar alguna clase de alivio en esta situación tan dramática.
De igual manera, no podemos dejar de sentir justa indignación ante la hipocresía de una “comunidad internacional” que vuelve a derramar lágrimas de cocodrilo ante la “incomprensible tragedia” que sufre el pueblo haitiano (utilizando las palabras de Obama), pero que no reconoce la enorme responsabilidad que ella misma tiene ante ésta –el impacto del terremoto puedo ser tan devastador, pues estamos ante un pueblo previamente devastado por un siglo de intervenciones militares, de saqueo desvergonzado, de regímenes autocráticos respaldados por Francia y Estados Unidos y de políticas de las organizaciones financieras internacionales destinadas a arruinar al pueblo haitiano en beneficio de unos cuantos. Un país convertido en una enorme maquila, donde la mayoría de la población subsiste a duras penas gracias a la caridad. Acá no estamos ante un simple desastre natural, como los medios de comunicación nos quieren hacer creer: estamos, en realidad, ante una tragedia de causas sociales. El terremoto sencillamente terminó la tarea comenzada por Estados Unidos, Francia, Canadá, la MINUSTAH (las tropas de ocupación de la ONU), el Fondo Monetario Internacional y organizaciones de desarrollo fraudulentas como US AID.
A ninguno de ellos les importó el pueblo haitiano mientras éste se ahogaba en la deuda externa contraída de manera completamente fraudulenta por la dictadura de los Duvalier, y nunca hubo mayor “angustia” en extraer hasta el más miserable centavo de un país en ruinas y con una población hambreada;
A ninguno de ellos les importó el pueblo haitiano cuando “hubo” que imponer programas de ajuste estructural en los ’90 que tuvieron resultados calamitosos sobre la población, como fue la reducción de tarifas a la importación de alimentos como el arroz, que redundó en la destrucción absoluta del campesinado, el cual fue empujado a los suburbios marginales de Puerto Príncipe –dejando a un país hasta entonces capaz de alimentarse a sí mismo en el hambre más brutal, como lo demostraron las rebeliones de hambrientos en Abril del 2008;
A ninguno de ellos les importó el pueblo haitiano cuando durante las dictaduras de Duvalier, Namphy, Avril, Cedras y Latortue (todas las cuales contaron con el beneplácito de Washington y París) se violó, mutiló, desapareció y masacró a miles de haitianos. Algunos, como Jean Claude Duvalier, viven lujosamente en Francia. O como Raoul Cedras, que gracias a los dineros que recibió como parte del arreglo con los Estados Unidos que terminó su dictadura, se recauchó en un respetable hombre de negocios en Panamá;
A ninguno de ellos les importó el pueblo haitiano cuando aparecieron miles de denuncias de los abusos sexuales cometidos por las tropas de la misión “civilizadora” de la MINUSTAH, que hoy continúan ocupando, violando y asesinando impunemente en Haití, como lo demuestra la repatriación a Sri Lanka de más de un centenar de cascos azules de ese país en Noviembre del 2007, que durante su servicio fueron culpables de varios centenares de violaciones y que en su país jamás enfrentaron ni siquiera una pantomima de justicia;
A ninguno de ellos les importó el pueblo haitiano, cuando las maquilas distorsionaron enormemente la economía de ese país, pagando a sus obreros sueldos de miseria mientras los abusos de toda naturaleza están a la orden del día;
La lista de razones para estar indignado ante las hipócritas declaraciones de pesar de un Sarkozy, de un Obama, de un Ban Ki-Moon, de un Lula, es demasiado larga como para continuar. Pero digamos, sencillamente, que mientras más miserable un pueblo, más fuertemente será golpeado por los azares de la naturaleza. Y es esa miseria la causada por las fuerzas de un modelo impuesto mediante dictaduras y presiones internacionales: si tres cuartas partes de la población de Puerto Príncipe viven en barrios miseria que crecieron de la mano de la ruina de la estructura económica de Haití (principalmente del campo), al alero de construcciones precarias, ¿podemos sorprendernos de que los muertos se cuenten por miles?
Esperamos que la solidaridad de los pueblos del mundo con Haití sea contundente. Como se ha dicho muchas veces, la solidaridad es la ternura de los pueblos. Y esperamos que esa solidaridad de la cual miles de vidas dependen hoy, se haga llegar y no se enrede en una maraña de ONGs y organizaciones de ayuda humanitaria. Indudablemente hay muchas organizaciones de indudable reputación como la Cruz Roja que estarán realizando valiosas labores de asistencia; pero junto a ella también aparecen tiburones que profitan de estas tragedias con los cuales hay que tener ojo – son las organizaciones populares haitianas las que deben estar alerta para que la ayuda llegue a quienes la necesitan y se distribuya de manera eficiente. También esperamos que no llegue una invasión de “hombres blancos” por parte de ciertas ONGs a realizar tareas, como construir casas, que los mismos haitianos pueden realizar perfectamente y que, con niveles de desempleo rondando el 80%, no hay razón por la cual no podrían hacerlo.
Para terminar, llamamos a la solidaridad. No solamente ante esta tragedia que nos conmueve a todos los que tenemos corazón en el pecho, sino solidaridad ahora y siempre, una solidaridad que vaya más allá de esta coyuntura; una solidaridad que escarbe tras las ruinas para entender que la tragedia haitiana es bastante más profunda que un terremoto grado 7 en la escala de Richter; en fin, una solidaridad que obligue a replantearse las relaciones que mantienen las grandes potencias con nuestra región del mundo, relación de la cual Haití no es sino el ejemplo más espantoso. Una solidaridad que nos mueva a comenzar a cuestionar cada vez más el rol que juegan, por ejemplo, tropas de la mayoría de los países latinoamericanos en una ocupación militar que ha tenido un efecto tan devastador como el de este terremoto, aunque ahora quieran borrar esto tomándose unas fotos repartiendo bolsas de arroz a los damnificados.

Fuente: Signos del topo

¡Solidaridad con el pueblo haitiano ahora y siempre! //////

domingo, 10 de enero de 2010

Una opinión sobre ¿el arte comprometido?

¿Cuál es hoy el arte comprometido?
La historiadora del arte británica, Claire Bishop, habló con Ñ sobre las nuevas conexiones entre arte y sociedad, y explicó su interés, más que en la obra final, en los intercambios sociales que se generan en el proceso de su producción.
Por: Ana María Battistozzi - Revista Ñ

Puede ser la evocación colectiva de una huelga minera de hace 20 años, la invitación a colaborar en la preparación de una comida, a participar de un karaoke o del armado de un rompecabezas en el que aparecerá "La libertad guiando al pueblo", de Delacroix: cualquiera de estas actividades puede tener lugar en un espacio de arte y lo importante en ellas no es la formalización de una obra, sino la participación colectiva y los vínculos que se establecen antes, durante y después. Acaso como una respuesta al individualismo extremo que acompañó el discurso dominante de los 90 y su intento de desacreditar cualquier utopía, a fines de esa década aparecieron en la escena internacional del arte numerosos proyectos artísticos de este tipo y formulaciones teóricas que proponían un arte de participación social. La intención manifiesta no era nueva: volver sobre la vieja ambición vanguardista de acercar el arte a la vida. Pero, además, promover sujetos creativos que pudieran sustraerse de la anomia de la sociedad del espectáculo y crecer a partir de experiencias –físicas o simbólicas– de participación. Fue cuando cobraron notoriedad iniciativas como las de Rirkrit Tiravanija –tailandés nacido en Buenos Aires que vive entre Berlín y Nueva York–, cuyo trabajo se dirige a producir situaciones sociales como cocinar, leer o escuchar música. Pero también, nociones de gran difusión actual, como "estética relacional" (1995), que el teórico y curador francés Nicolás Bourriaud acuñó para aludir a un arte que piensa la producción artística desde la esfera de las relaciones humanas y su contexto social. Por un lado, borra los límites entre productor-autor y espectador y por último, cuestiona el concepto de autor. Estas novedades –que para muchos modificaron la escena del arte de fines de los 90, y de algún modo fueron reflejados en las ediciones X y XI de la Documenta Kassel del 97 y 2002– han sido analizadas por Claire Bishop, joven teórica que ha dedicado parte sustancial de sus investigaciones a los cambios en el rol de espectador en el arte contemporáneo. Bishop estuvo en Buenos Aires invitada a participar del programa de conferencias del Centro de Investigaciones Artísticas, donde dio una conferencia sobra la performance.
Con Ñ habló de este fenómeno del arte que emerge en los 90 y de sus derivaciones actuales.-Sus trabajos recientes se centran en los cambios en la actitud del espectador y la participación social en el arte contemporáneo.
¿Cómo surge ese interés? -Empecé con una investigación sobre el arte de instalación cuando hacía mi doctorado. Cuando la estaba terminando apareció la traducción al inglés de Estética relacional. Había una gran discusión entre mis alumnos sobre esta teoría del arte de Bourriaud que surgió en los 90. Al mismo tiempo me entusiasmaba mucho la apertura de un nuevo espacio de exhibición en París, el Palais de Tokio, que codirigía Bourriaud. Me interesó la conjunción de una teoría que intentaba abordar nuevos modos de sociabilidad en arte y un lugar de exhibición que trataba de implementar esa teoría. No es frecuente en el arte contemporáneo que se conciban teorías y al mismo tiempo se puedan poner en práctica. El paso siguiente fue pensar la cuestión del espectador, que venía trabajando, en relación con esta nueva teoría. Pero no bien empecé vi que el problema era más complicado que lo que pensaba. Uno puede analizar una pintura a través de documentación fotográfica. Pero con un trabajo que afecta una situación social, que se vale de la gente como medio o material y pone énfasis en la experiencia de ese trabajo, lo que se plantea es más complicado. Se puede describir una instalación a partir de una foto, pero en este caso la cosa es invisible. En estos trabajos es imposible que las fotos reflejen la dimensión de intercambios que se dan.
-¿A qué tipo de formas refiere cuando habla de dinámica social en una obra de arte?-A situaciones que pueden tener que ver con la cocina, con discusiones filosóficas, políticas, proyecciones de cine o talleres. Formas sociales de las que el arte se apropia como modo de acercarse a la vida cotidiana. Además, incorpora lo que llamo héroes secundarios, que no son participantes inmediatos sino los que se acercan para ver qué es lo que está ocurriendo. Es muy difícil comprender esto sin un texto que lo explique en su totalidad. -Hay algo que lo acerca y al mismo tiempo lo separa de la performance. En su conferencia, Ud. marcó la diferencia, inclusive con ciertas formas performáticas que apelan a participantes contratados.-Sí, pero lo que estoy refiriendo ahora es muy diferente de los trabajos de Santiago Sierra o de Vanessa Beecroft que mencioné allí para ilustrar cambios en la historia del arte de la performance respecto de los 60 y 70. En esos casos se mantiene una cualidad muy visual –la gente se alinea para integrar la obra– mientras que en este otro tipo de trabajo del que estoy hablando ahora y para el que uso la denominación de "socialmente comprometido", la cosa es diferente porque implica al público. En los 90 los artistas empezaron a usar la palabra "proyecto" en lugar de obra de arte porque un proyecto implica un proceso del que participan muchas prácticas, disciplinas y a veces mucha gente. Hay una cadena de instancias involucradas que van de la investigación a la exhibición. Y hasta cierto punto es más importante esa cadena que el trabajo final en sí. Algunos proyectos llevan muchos años de realización e incluyen instalaciones e intervenciones en uno o varios sitios específicos.
-¿Diría usted que esto revela la crisis de un tipo de arte exclusivamente visual o que el mundo del arte, tal como se manifiesta hoy, está siendo juzgado y pensado a través de estas nuevas formas?-Es difícil responder. Por empezar, no me gusta hablar del "mundo del arte" como un todo ya que en él hay instituciones de distinto tipo. Hay un mundo comercial del arte, otro de las instituciones museísticas, otro de las bienales, otro del coleccionismo, etc. -¿Pero no cree que están cada vez más conectados entre sí?
-No, en realidad creo que cada vez hay menos conexiones. Es cierto que este tipo de trabajo bien puede ser visto como una forma de reacción al tipo de arte de ferias y celebridades, alineado con el universo de la moda, pero ha tenido espacio en muchos museos de arte de Occidente. Además se inscribe en una larga trayectoria de respuestas del arte al capitalismo que se remonta a los años 20. Yo no lo describiría como un fenómeno reciente. Desde fines del siglo XIX hubo propuestas de arte de participación en Rusia y también en París, con Dadá. Todas buscaron reformular la relación entre arte y sociedad e implicaron distintas actitudes de parte del espectador. En Rusia se trataba de que cualquiera pudiera transformarse en artista. Luego en los 60, otro momento de efervescencia política, se vuelve a revisar el rol del artista en la sociedad. De entonces, me han interesado particularmente casos en Argentina y Europa del Este. Y después del 89 resurge este tipo de pensamiento. Señalaría entonces tres momentos: uno, vinculado con la naciente revolución comunista; otro, con el desencanto de la revolución, y otro, con el colapso final del comunismo. Cada uno de ellos ha generado distintos tipos de pensamiento y relaciones entre el arte y la sociedad. En esta larga historia interesa subrayar la existencia de un tipo de arte al que le interesa más comprometerse con la sociedad que permanecer aislado en los museos.
-Hábleme de su interés por el arte argentino de los años 60, de Oscar Bony y Oscar Masotta. -Creo que lo más interesante del arte argentino de los 60 es el modo en que ellos digirieron, analizaron y dieron vuelta tendencias que venían de Norteamérica. Así, Allan Kaprow y Jean Jacques Lebel vienen en 1966 y para la mitad de ese año ustedes tienen el antihappening. Inmediatamente se da aquí una inversión de la forma. Es decir que los artistas tomaron un problema de actualidad, trabajaron con los medios y produjeron un tipo de trabajo que cuestiona y revierte el happening americano.
-Volviendo a su conferencia sobre performance y esa forma que usted llamó "delegada", de contratar actores, que supone altos presupuestos, algo poco frecuente en estas geografías, ¿no cree que ese dato contextual marca diferencias en el tipo de producción? -Sí, los países con menos recursos necesariamente basan el arte de performance en cooperación y relaciones de amistad. Se necesita de los amigos para que hagan de actores y asimismo actúen como público. Todo esto tiene que ver con las posibilidades económicas de las instituciones que seguramente usted conoce mejor que yo en Latinoamérica y sabe que no son precisamente fuertes. ¿Cuál es la relación entre la población de este país y el número de instituciones de arte? -Pienso que a estos efectos cuenta más el poder económico de las instituciones que la proporción por habitante.-Será por eso, entonces, que la crítica institucional en Nueva York llegó a ser más fuerte frente a instituciones como el MoMA o el Guggenheim, que suelen tener en su directorio personajes influyentes de los negocios y la política. Esas instituciones fueron objeto de fuertes críticas cuando los artistas vieron las conexiones entre estas figuras y lo que ocurría en Vietnam.
-¿Y hoy cómo es? -Las cosas han cambiado, las instituciones están vacunadas contra la crítica. Es más, les encanta. La institución museo ha llegado a un punto en que puede convivir perfectamente con la crítica.
-A propósito de pensamiento crítico e instituciones, ¿qué piensa de las ediciones 10 y 11 de Documenta? -Lamentablemente no pude visitar Documenta 10. Pero sin duda lo que la curadora Catherine David hizo con el catálogo implicó un gran cambio en el modo de concebir exhibiciones hacia fines de los 90. Un trabajo interdisciplinario de 823 páginas que incluyó escritos no sólo de historia del arte y filosofía, sino también de sociología, geografía, economía. Un verdadero proyecto intelectual. Por su parte, creo que Okwui Enwezor tuvo la oportunidad de pensar algo diferente para la Bienal de Johannesburgo que tuvo lugar ese mismo año. Así, desde distintos lugares cualquiera de los dos casos nos lleva directamente a la cuestión de la exhibición concebida como proyecto de investigación. Y también al intento de analizar la cuestión del compromiso social desde fuera del arte. Esto es interesante porque pareciera traslucir, no tanto en lo de Catherine David, pero sí en Okwui Enwezor y el tipo de exhibición producida al modo de Documenta XI, una falta de fe en el arte o en la capacidad del arte para contribuir por sí mismo a estos debates. Así, en el catálogo podemos tener textos de Etienne Balibar, Saskia Sassen o David Harvey en lugar de ensayos que discutan el trabajo de los artistas. En los 90 el catálogo de una exhibición siempre tenía una imagen de la obra de los artistas y un texto sobre ella. Hoy el catálogo de una bienal con un proyecto expositivo de investigación de aspiraciones intelectuales aporta una información mínima sobre los artistas y un montón de textos de otras disciplinas.
-¿Cree que esto marca un giro en el modo de concebir el arte o las exhibiciones? -No lo sé. Tengo la impresión de que todo esto ha sido producido artificialmente, importando de aquí y allá en una suerte de cortar y pegar. Creo que más bien se trata de un síntoma curatorial. No quisiera por ahora emitir un juicio terminante, pero lo que siento es que se le está diciendo a la sociedad que necesitamos de otras disciplinas, que la historia del arte y la crítica de arte de algún modo no son suficientes. También me preocupa lo que eso expresa en términos de la relación con el espectador y cómo la gente puede comprender las nuevas formas del arte. Porque lo que se ofrece en este tipo de ensayos no es justamente un debate sobre las formas del arte sino otra cosa.